jueves, 5 de noviembre de 2015

Evaluación docente

Mientras leo en la web de Jose Antonio Marina (aquí) su propuesta de evaluación del profesorado, no puedo dejar de pensar que él mismo no ha evaluado hasta qué punto una medida así puede resultar peligrosa (por cierto, si lo que pretendía era participación del profesorado a través de los comentarios, creo que su sistema publicitario necesita mejorar).

Sentir la vigilancia perpetua de inspectores y colegas, tener que rendir cuentas al ávido observador, convertir el aula en un teatrillo cara a la galería en vez de en una obra diseñada para los alumnos... Esas son las consecuencias directas de su propuesta, no una mejora de la praxis docente. Una evaluación como la que propone crea estrés y malestar, agravio comparativo, desdén por el inferior y envidia por el que está arriba. Todo eso por un puñado de euros. Bravo.

El dinero no servirá de aliciente a quien no es capaz de encontrar satisfacción en su propio trabajo. Servirá de bálsamo, en todo caso, y si alguien necesita ese bálsamo es que ya está malherido. Lo que hace falta es contacto entre profesores, a todos los niveles. Conocer lo que se hace en otros sitios da ideas, da poder, permite tomar consciencia de lo que ocurre. La maldad no se suele ejercer a sabiendas, seamos un poco socráticos.

Socráticos, o kantianos. Porque hasta la ley moral languidece si nos quitan el aire del cielo estrellado.

jueves, 8 de octubre de 2015

La caída del muro

El año que estuve en el pueblito descubrí que la mejor forma de integrarse en un nuevo instituto era pasar muchas horas en sala de profesores. Extranjera, principiante y con escasos conocimientos del sistema educativo francés, aquello era una cuestión de supervivencia (necesitaba enterarme de primera mano de cada procedimiento y del significado de cada sigla). Además, poder explicar a los compañeros qué le pasa a la de Educación Física, por qué han expulsado a esos tres alumnos de quatrième o por qué el ordenador va tan mal es una buena forma de dejar de ser invisible.

El año pasado, como el centro ya no era un collège de un pueblo diminuto sino uno enorme lycée de capital de provincia, la sala de profesores tenía unas dimensiones considerables. Era un pequeño universo con espacios diferenciados y mesas de las que cada departamento se apropiaba de manera tácita. Yo me pasaba la vida en la de matemáticas, donde hice algún buen amigo que todavía conservo. Recuerdo un viernes de tarde en que me pasé dos horas hablando en una mezcla de portugués y español con un stagiaire de historia. Un martes me uní a la conversación sobre sudáfrica que el auxiliar de conversación de inglés, oriundo de allí, mantenía con los de su departamento. Un mediodía antes de unas vacaciones los de lenguas (español-inglés-alemán) hicimos una espicha espectacular uniendo nuestras mesas. Cuando me tocó pedir destino, un profesor que llevaba bata y aparentaba cien años me vino a aconsejar que no escogiese la Académie de Versailles sino la de Créteil (o al revés, no me acuerdo). Cada vez que iba a la sección de ordenadores acababa hablando de lo divino o lo humano con alguien con quien nunca había hablado antes. Veíamos lo que hacían los otros, contábamos anécdotas, nos reíamos estruendosamente y trabajábamos en silencio. Allí pasaba todo. 

Aquí no pasa nada. En mi instituto no hay sala de profesores: hay una habitación que tiene un cartel que pone eso, en tres idiomas, pero es una errata (tres erratas). Se trata de un lugar de paso, silencioso e inhóspito, en el que nadie se queda mucho rato. No sabes ni si saludar. La vida se esconde en los departamentos, sacrosantos hogares cuyas puertas están cerradas. Quien entra en un departamento ajeno a pedir algo se va rápidamente, temeroso, sintiéndose culpable por su intrusión en un espacio privado.

El martes mis alumnos de primero tenían una actividad en el patio y gracias a eso estuve hablando con dos profesores jóvenes y muy majos, de biología y matemáticas. Es posible que nunca más los vuelva a ver. Con una interina de inglés coincidí en un curso y ahora nos saludamos efusivamente cuando nos tropezamos por la escalera, es decir, los viernes entre tercera y cuarta hora. ¿Qué nuevas experiencias me deparará el año escolar? No tengo muy claro si todo esto es cómico o trágico.

Todos los departamentos tienen el mismo tamaño. En el mío somos solo cuatro, pero en casi todos los departamentos vecinos los profesores están hacinados. ¿Por qué lo permiten? Ellos tienen todas las de ganar en la lucha contra esas paredes que les oprimen. ¡Mi reino por una maza! ¡Abajo los departamentos! Docentes del centro, ¡uníos!

jueves, 17 de septiembre de 2015

Compulsas compulsivas

Las fotocopias compulsadas siempre me han parecido un misterio arcaico, una paradoja a la que nadie quiere mirar. Se compulsa para probar que la copia es idéntica al original, aunque es evidente que si se compulsa es porque la copia difiere (si no, la haríamos pasar por él). Luego está el problema del estatus burontologico de la copia compulsada. Por obra y milagros de una mancha de tinta se ha convertido en un clon perfecto del original sin dejar de ser una imagen degenerada. Ahora vale lo mismo, pero nunca dejará de valer infinitamente menos. Lo sustituye en ese momento, marchitándose enseguida y muriendo sin descendencia. No se aceptan fotocopias compulsadas de fotocopias compulsadas. Es una pena: sería interesante asomarse a ese abismo de fotocopias infinitas, de pérdidas y garantías jerárquicas y lineales.


Una amiga mía, alemana para más señas, pidió hace unos años que le compulsasen una fotocopia del título de su carrera para poder hacer un papeleo en Francia. El funcionario alemán, tras imprimir la compulsa en la fotocopia, quedó pensativo. "Esto que he hecho debería ser suficiente. Pero por si acaso vete a esta oficina" dijo, mientras escribía las señas en un papel. En aquella oficina plasmaron otro cuño sobre la fotocopia para dar fe de la autenticidad del primero y, de propina, uno sobre el título original. Aquel funcionario tenía un estatus más elevado que el de antes pero idéntica preocupación. "Para estar bien seguros yo iría a esta dirección"- aconsejó, dándole una nueva hoja. Tras seguir las indicaciones, ella llegó al despacho de un tercer funcionario, más excelso que los anteriores, que estampó un texto y una engolada rúbrica en el diploma y la fotocopia, garantizando así la validez del segundo cuño. Mi amiga estaba cada vez más preocupada. No podía dejar de pensar que tal vez hiciese falta la garantía de un cuarto funcionario, porque si no ¿quién podía tener la certeza de que el tercero era veraz? Entre tanto, manchado de tinta de diversa procedencia, el título, el original, el inmaculado, el etéreo, palidecía. Los aditamentos destinados a acreditar su valor lo habían puesto en entredicho. Ya nada volvería a ser como antes.

viernes, 14 de agosto de 2015

Ocho formas de mirar a un cuervo


Pájaro negro, de mal agüero, bicho oscuro y desalmado. Todos los cuervos son distintos, todos son el mismo. Aquí encontrará usted una guía para la adecuada contemplación de este animal fascinante.

1. Póngase a su nivel. Agáchese hasta tener casi la misma altura que el cuervo. Cuando él camine, camine. Cuando él le mire a los ojos, mírele a los ojos usted también. Si él huye, espantado, persígalo con idéntico terror. Después de un rato usted comenzará a sentirse más ligero, puede que le salga alguna pluma, sus ojos definitivamente serán más negros. No olvide imitar los graznidos. Siga haciendo esto con frecuencia, en todas las ocasiones posibles. Cuando el pájaro eche a volar, vuele.

2. Adórele. Contemple sus plumas de carbón, misterio de la hermosura. Júrele lealtad eterna y amor incondicional. Póstrese ante él y ofrézcale su vida. A continuación, haga todo lo que el pájaro le pida.

3. Clave los ojos en sus plumas hasta ver en ellas un reflejo. Porque si un espejo es una superficie brillante pintada de negro, el cuervo tiene que ser un espejo vivo. Comience contemplando una sola pluma hasta verse a sí mismo. Siga mirando. Cuando haya visto todo lo que se puede ver, mire un poco más. Sentir vértigo es síntoma de ir por el buen camino. Tras la contemplación del mundo, prosiga. El universo es un buen punto de partida.

4. Mire al pájaro por el rabillo del ojo, con desconfianza. Dele la espalda pero siga pensando en él. Simule tener en mente otra cosa pero dedíquele todos sus pensamientos. No olvide lanzarle, cada poco, una mirada furtiva. Esa noche los cuervos poblarán sus sueños, permitiéndole contemplar vívidamente cada uno de sus malvados matices.

5. Persiga al pájaro para sacarle una foto. Mírele a través de la pantalla de la cámara, evite los contraluces, busque una luz favorecedora, tenga cuidado al encuadrar. Repita esta operación con cada cuervo que vea. Al cabo de un mes habrá descubierto que los cuervos sólo tienen dos dimensiones, largo y alto, y que su imagen va cambiando según dónde nos situemos. Entonces, si lo desea, podrá cazar uno y meterlo en un sobre.

6. Lea todos los libros de anatomía y fisiología de aves que caigan en sus manos. Memorice la disposición de cada músculo y tendón, la composición de cada célula. Eso bastará. Todo cuervo físico no es otra cosa que una instanciación de ese esquema. Desdéñelos.

7. Compre un bloque de arcilla y cree una escultura de un cuervo sin mirar el modelo. Cuando lo haya acabado, píntelo de negro. Es probable que la escultura no se parezca en nada al original. Pero ahora cada vez que mire un cuervo sabrá que es usted quien lo ha creado, tras un prototipo fallido hecho de barro. Y sentirá un gran orgullo al contemplar su agilidad y el limpio acabado de sus alas.

8. Contemple al pájaro en toda su complejidad física, química, biológica y metafísica. Desespérese. Mésese los cabellos. Llore. Prepárese un té y dedíquese a otra cosa.

W


A veces es imposible evitar la sensación de que nos alimentamos de horas de trabajo ajenas. Que cuando leemos un libro o vemos una película, escuchamos una charla o miramos un bote de champú estamos absorbiendo el tiempo y el esfuerzo dedicados a imaginarlos, a planificarlos, a crearlos y a perfilarlos.

Claro que por el camino la energía adelgaza: los meses de trabajo se convierten en segundos, en minutos, o como mucho en horas de disfrute por parte del usuario. Pero aunque este sólo reciba una parte mínima del trabajo creativo, la intensidad de esa parte puede ser enorme. Además, multiplicando los espectadores podemos recuperar el tiempo invertido, e incluso sobrepasarlo. Podemos luchar contra la futilidad del trabajo, evitar que la energía se disipe, conservarla y multiplicarla dentro del sistema. 

Lo siento, entropía, hemos ganado.

viernes, 10 de julio de 2015

Madrid, ese mito

Madrid es para la mayoría de los españoles un ente abstracto y lejano, conocido por fuentes secundarias. Sabemos que allí no hay playa, que hay que mirar la Puerta de Alcalá y que tras Tirso de Molina están Sol, Gran Vía y Tribunal. Las referencias a Madrid están por todas partes; Madrid, por ninguna. Así, la capital se va perfilando como ese lugar mítico donde están las sedes de aquello en cuya sede no solemos pensar, donde pasan las cosas que nunca pasan aquí.

Si no se visita Madrid muy a menudo, sorprende que sea terrenal y abarcable. Que esos sitios de los que tanto se ha oído hablar no sean más emocionantes que la Plaza de la Escandalera. El colmo del desengaño llega cuando se enciende una televisión y se pone cualquier cadena nacional: en el momento en que empiezan a hablar sobre Madrid (y no hay que esperar mucho para que esto pase), lo poco que quedaba de aura desaparece. Esos sitios de los que están hablando los pisaste esta mañana. Antes pertenecían a otro mundo, ahora son vulgares.

La cadena nacional se convierte en local. España se reduce, todo está a la vista y es de una simplicidad abrumadora. Es el triunfo de lo mundano. Al final el mundo acaba siendo un barrio lleno de vecinas en bata y zapatillas.

domingo, 5 de julio de 2015

El hilo del discurso

Si a veces perdemos el hilo del discurso es porque el discurso es un hilo. Una concatenación de puntos, que son sílabas, o palabras, o frases, o ideas. Un punto tras otro, todos en fila india. 

Por eso, un discurso nunca puede dar cuenta de la realidad, ni siquiera del pensamiento. Los conceptos no se relacionan solamente con el de delante y el de detrás. Cada idea remite a muchas, o a todas, si nos ponemos leibnizianos. La estructura de realidad y pensamiento no es lineal; como mínimo, es plana. Para hablarla hay que hilarla, apretando y enroscando los conceptos en búsqueda de la máxima delgadez. Hilar fino no es aquí sinónimo de perfección. Todo lo contrario.

Pero no todas las ideas van a parar al discurso, y por eso tal vez la imagen del hilado no sea la más adecuada, Haríamos mejor pensando en caminos que se recorren en el plano. El recorrido, que es el hilo de lo que decimos, va creando dibujos en el terreno. La belleza de esos dibujos es lo que realmente convence y conquista al oyente. El epos vive allí. Las líneas cerradas tienen un encanto especial, y también las simetrías.

La clave está en tener en mente la orografía del terreno, que es teóricamente una en el mundo pero es siempre múltiple en las mentes. Que nos viene dada pero que vamos creando en cada discurso. Al final la geometría seduce al terreno, el suelo se estremece bajo los pies y toda palabra es palabra creadora. Por eso, aunque sólo sea un punto diminuto en mitad de un hilo inmenso, el verbo se hace carne, se hace barro o se hace polvo.Y el éxito de la operación depende de la habilidad con que se dicen las palabras mágicas.

Este texto es un buen ejemplo. ¿Qué ha sido ese salto de cambiar de metáfora? Estamos habituándonos a que el discurso sea hilo y luego de pronto resulta ser camino. Un esquema errante, una falta total de simetría y elegancia, coronada para más inri por el manido recurso a lo bíblico. Vueltas y más vueltas que acaban llevando a un lugar común. Una horterada.

viernes, 29 de mayo de 2015

La máquina de recitar leyes

En la biblioteca me encuentro con un amigo que está preparando las oposiciones para juez. Me confirma que son unas oposiciones durísimas: aunque lleva dos años dedicándose a ellas, es como si acabase de empezar. La gente suele aprobarlas tras cinco, seis, siete años de estudio. Más, incluso. Lustro y pico dedicado a mirar letras escritas en un papel, a almacenar frases en la memoria con la mayor precisión. Años y años viendo desde fuera cómo se pasa la vida, sin ninguna actividad ni horizonte más allá de estudiar.

Miro mis apuntes sobre Ortega y Gasset pero no me concentro. Las oposiciones vecinas me horrorizan y me fascinan. De repente, mientras contemplo un esquema, todo cobra sentido. Ya lo entiendo. Las leyes que aprenden los opositores a juez son lo de menos. Dan igual. Podrían ser letras al azar, números de teléfono o decimales de pi. Lo que hace que los candidatos sean aptos para el puesto son los años de renuncia, la ascética purificación, la negación de la vida. Lo que tiene valor es que el humano se haya convertido en máquina. 

La justicia debe ser imparcial, desapasionada, impoluta; y los jueces tienen que serlo también para poder contemplarla. Deben convertirse en el sujeto trascendental, portador de la razón pura. ¿El precio a pagar? La amputación del vitalismo.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Bibliobiografía

Me encanta leer un artículo y encontrarme al final con una lista que no solo incluye los libros que el autor leyó para documentarse, sino muchos más, a veces pertenecientes a campos tan distintos y distantes que no pueden haber aportado gran cosa. Libros que como máximo han aliñado la cosmovisión del autor, que a lo sumo le han aportado matices de caracter general. Libros que a él le han sabido a mucho, pero de los que en su artículo no queda nada. Ni trazas.

Aunque yo qué sé, tal vez ha hecho bien, o incluso se ha quedado corto. Para ser completa la bibliografía debería incluir cada libro o artículo que el autor ha leído en su vida. No vamos a permitir que sea él el que haga la criba de sus verdaderas referencias. Metamos también las obras literarias. Y todos los demás textos, ese programa electoral que leyó en un panfleto, los ingredientes de las madalenas, el prospecto de aquella medicina. No olvidemos lo audiovisual: películas, series, anuncios. Incluyamos cada manifestación cultural, cada palabra, cada paso, cada gesto, cada mirada. Incluso las miradas que no se han lanzado, las palabras que no se han dicho, los libros que no se han leído deben señalarse, pues ellos sentencian igualmente el resultado final.


Todo, hay que incluirlo todo, absolutamente todo. Menos, sería plagio.

martes, 5 de mayo de 2015

Divino tesoro

Hace como diez años leí en una revista que la juventud era un periodo cada vez más largo, y que a nivel europeo (para políticas de juventud) se consideraba que se era joven hasta los treinta y cinco. Me pareció un poco exagerado, pero no le di más vueltas y me quedé con la cifra como referencia.

Hace como cuatro meses, dando clase en el equivalente a primero de Bachillerato apareció la palabra joven. Para asegurarme de que la entendían pedí a uno de los alumnos que explicase lo que significaba. Dijo que un joven era una persona que tenía entre quince y dieciocho años. Yo me atraganté como alguien a quien aplasta de pronto todo el peso de la ley. "¡¿Hasta los dieciocho?!" pregunté. "Madame, mais cela ne veut pas dire "jeune"?". "Sí, claro que significa "jeune". Pero ¿sólo somos jóvenes hasta los dieciocho años?". "Bon, peut-être... Veinte. ¡No más!"

La semana pasada mis amigas de aquí, que tienen mi edad, se pusieron a hablar de la juventud. Una de ellas dictaminó que se era joven hasta los cuarenta años. "¡¿Hasta los cuarenta?!" pregunté, otra vez atragantada, y me vino a la cabeza la irónica expresión castellana ¿no me le quitas nada?. Mis amigas tenían argumentos, aunque eran un poco peculiares. "A ver, fíjate que nosotras ya estamos cerca de los treinta", me dijeron, como si pudiésemos alisarnos las arrugas a golpe de diccionario o como si dejar de ser jóvenes fuese algo que sólo les pasase a otros.

Para qué negarlo, aceptar su redefinición me beneficiaba. Me daba trece años más de locura y libertad sin remordimientos. Cuando ya estaba a punto de entregarles mi alma, una de mis amigas resumió su tesis general: "Hasta los cuarenta se es joven y, luego ya, se es adulto".

Qué pesadilla. Francia me impide aceptar esos conjuntos disjuntos: allí un joven es un jeune homme y una joven es una jeune femme, y los franceses (excepto mis alumnos, que eran un poco surrealistas) utilizaban esos términos para hablar de alguien de entre diecisiete y treinta años, más o menos. Ser adulto no impide ser joven y, afortunadamente, ser joven no impide ser adulto. De hecho, para ser joven hace falta ser adulto porque, si no, se es ado, un adolescence. Hormonas por todas partes, poca responsabilidad, negociar a qué hora se llega a casa y decir con quién se sale... ese tipo de cosas. Un individuo bajo control por su propio bien, para que no se haga daño hasta que aprenda a vivir.

Cada edad quiere tener a la juventud en exclusiva, pero de poco nos vale la juventud si por preservarnos nos infantiliza. Y de menos si nos esclaviza, si cuando por fin tengamos que franquear sus límites nos hace sentir viejos y acabados. Maldita sea la juventud si ostenta privilegios, si cuando se termina algo tiene que dejar de hacerse porque ya no procede. Al cuerno las etapas. A partir de los dieciocho se es adulto y punto. Todo lo demás, meros adjetivos.

Así calló Zaratustra

Zaratustra se ha convertido en el superhombre. Miradlo qué orgullo, cómo se recorta contra todo servilismo. Se pone por encima de Dios, una mera hipótesis, y crea sus valores anclados en la vida. Nada ni nadie le domina, ejerce su voluntad de poder. Escuchad sus palabras, cómo os alienta para que hagáis lo mismo que él. Cómo os exhorta. Cómo os sermonea.

¿Por qué tanto empeño en salvarnos, Zaratustra? ¿A ti qué más te da? ¿Esperas aplausos? No te hacen falta, ya conoces tu propio valor ¿Qué sacas en limpio, entonces? Si no sacas nada, el problema es aún más grave. Parece como si quisieras convertirte en el redentor. Y eso del redentor nos recuerda sospechosamente a una mentalidad a la que despreciabas.

Sobre devenir y referencia

¿Cómo funciona un nombre propio? Si pensamos que lo que hace es "estar por" un individuo, no podemos explicar por qué un enunciado como "Clarín es Leopoldo Alas" es informativo, a diferencia de lo que ocurre con "Clarín es Clarín". Frege solucionó este problema diciendo que vale, que un nombre propio designa a un individuo (que será su referencia), pero lo designa de una forma particular (que será su sentido). El sentido de los nombres es un camino para llegar al individuo, un camino que el hablante hace recorrer al oyente. "Clarín" y "Leopoldo Alas" son correferenciales, pero presentan al autor de La Regenta bajo facetas diferentes.

El espíritu universal, la Idea, Dios, el espíritu absoluto, la libertad, el devenir, la historia, la razón... Cuando más leo a Hegel, más pienso en Frege. Todo designa a lo mismo, el ser parmenídeo se viste de gala y se hace llamar por mil nombres, se retuerce y burbujea, se convierte en lo otro para conocerse a sí mismo. La unidad vomita multiplicidad. 

viernes, 17 de abril de 2015

Identidades extranjeras

Vivir en otro país es más fácil que vivir en el propio. Sobre todo si se trata de un país lo suficientemente parecido y lo suficientemente diferente. Entonces, la extranjería se convierte en un passe-partout, una llave maestra. Ser forastero excusa de antemano la estridencia, es un bálsamo para los golpes accidentales. Acuna. Actúa de escudo, de filtro y de almohada. Todo extranjero aprende a ocultar la torpeza entre los pliegues del lenguaje, a convertirse en un enigma para que el nativo lo resuelva.

Las palabras tienen una holgura que disculpa los errores; la diferencia cultural se encarga de hacer la otra mitad del trabajo. A los nativos les parecerá bien todo lo que sea coherente y amable. Y, si misteriosamente algo se toma mal, el forastero siempre podrá salir esencialmente indemne achacando el problema a las trampas del lenguaje o a la la estrechez de miras de los otros.

Bajo una libertad sin angustias, la autobiografía se va escribiendo como si fuese una novela épica. Tal vez solo así, velándose con las palabras pero sin máscaras ni pasado ( haber nacido ayer es requisito de juventud), se pueda crear una identidad. Porque no existe el peligro de la extravagancia. L'étranger, el extranjero, el extraño, ya lo es, por definición.

viernes, 10 de abril de 2015

Una joyita

 La LOMCE es una joyita (los subrayados son míos).

a) Parece que la persona que la ha redactado no la ha releído.

"2.1. Utiliza con rigor conceptos del marco del pensamiento de de Aristóteles, como substancia, ciencia, metafísica, materia, forma, potencia, acto, causa, efecto, teleología, lugar natural, inducción, deducción, abstracción, alma, monismo, felicidad y virtud entre otros, utilizándolos con rigor."



b) Aunque la asignatura optativa de 4º de ESO se llama "Filosofía", a veces debería llamarse "Autoayuda".

" 13.1. Explica las características de las personas especialmente creativas y algunas de las formas en que puede potenciarse esta condición.
14.1 Argumenta sobre la importancia de asumir riesgos y salir de la llamada zona de confort para alcanzar metas y lograr resultados creativos e innovadores."



c) En la Filosofía de 1º de Bachillerato, la Lógica proposicional forma parte del Bloque 6: la racionalidad práctica. No debería sorprendernos: el bloque entero es un cajón desastre lleno de repeticiones y elementos totalmente heterogéneos codo con codo. Mi favorito es este contenido:

"El modo metafísico de preguntar para diseñar un proyecto, vital y de empresa."

que se concreta en un estandar de aprendizaje tan decepcionante como

"18.1 Plantea correctamente los interrogantes filosóficos radicales que deben estar a la base de la creación de un proyecto, tanto vital como laboral, como ¿qué soy?, ¿qué hago?, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿cuál es mi objetivo?, ¿cuál es su sentido, su razón de ser? y sabe argumentar la defensa de las respuestas."

¿Dónde quedó la metafísica?



d) Algunos Estándares de aprendizaje evaluables son dificilmente evaluables (y/o comprensibles).

"11.3. Conoce la visión filosófica de la Música a través del análisis de textos filosóficos breves sobre la visión pitagórica, de Platón, Schopenhauer, Nietzsche o Adorno entre otros así, como, mediante audiciones significativas."



e) No está claro si las disyunciones ("o") son disyunciones o conjunciones enmascaradas. Además, (y eso es peor) todas terminan con un etcétera, permitiendo que la evaluación externa verse sobre cualquier cosa. Es el misterio del maravilloso currículo infinito.

"3.1. Analiza fragmentos de textos breves de Descartes, Hume, Kant, Nietzsche, Ortega y Gasset, Habermas, Popper, Kuhn o Michel Serres, entre otros."



f) Hablando de Popper: él suspendería Historia de la Filosofía:

"1.4. Respeta el esfuerzo de la filosofía de Platón por contribuir al desarrollo de las ideas y a los cambios sociales de la Grecia Antigua, valorando positivamente el diálogo como método filosófico, el nacimiento de las utopías sociales, el sentido del gobernante-filósofo o su defensa de la inclusión de las mujeres en la educación."

Aunque bueno, si al final resulta que las disyunciones son verdaderas disyunciones, podría aprobar por los pelos.

lunes, 30 de marzo de 2015

Las ciudades

Las ciudades nunca son las mismas cuando se las visita la primera vez que después de vivir en ellas varios meses. Las calles que al principio se seguían con desconfianza se van transformando en líneas de un texto perfectamente legible. Los zapatos aprenden caligrafía. Cada edificio se carga de significado cuando se sabe lo que hay detrás, y a la derecha, y al final de esa avenida que sale de allí. Lo que no se ve está tan presente como lo que se ve, es parte de ello.

Cuando se vive en una ciudad el hogar es el  hito ordenador del espacio. A partir de él la ciudad se vuelve coherente y otros puntos pueden convertirse en hitos secundarios. Podemos pasar por una ciudad sin que ella pase por nosotros, pero no podemos vivir en ella sin que algo se nos instale dentro. Se convierte en un a priori (Kant, no me lo tengas muy en cuenta), en marco de toda experiencia posible. Cada recuerdo tendrá asociado un sitio y cada sitio, un recuerdo. 

Apropiarse una ciudad es toda una experiencia, y no tiene que ver con sus calles ni sus plazas, ni siquiera con ese tranvía que pasa de pascuas a ramos. Tiene que ver con el sistema de relaciones humanas que va de lo necesario a lo improvisado, de comprar el pan a hacer soirées con los amigos. No tiene que ver con el ser, sino con el llegar a ser, a través de rutinas y eventos. El escenario de la obra es la ciudad, un escenario sin el que ninguna acción hubiese sido posible. En otro sitio nada hubiese sido lo mismo.

"¿De dónde vienes?", y la tentación de responder con una lista. "No, pero yo lo que quería era saber de dónde eres". Me remito a la respuesta anterior. 

domingo, 29 de marzo de 2015

La ciudad

Me fascina la capacidad que tienen los sedentarios para ubicar a cualquier persona con la que se tropiezan por la calle. Mira, te dicen, señalando a unos completos desconocidos, esos dos llevan como siete años juntos, y ella estaba antes con aquel que iba tanto a la biblioteca. La ciudad se ha convertido en su campo de estudio, y son muy competentes. Una sedentaria nos explicaba cómo liga por Tinder, donde no hay, decía, ningún riesgo de tropezarte con psicópatas si te fijas en los amigos de Facebook de los chicos con los que contactas y ves que a la mitad los conoces tú también.

Toda la ciudad está triangulada, cada quien es alguien porque lo es respecto a alguien. El primo, el amigo, el nieto, el alumno, el entrenador, el vendedor, el dentista o el perro. Y en general varias de esas cosas a la vez. Nadie tiene esencia en sí. No hay individuos. Todo existente queda definido por sus relaciones en esa red tupida, atrapado en esa telaraña como un vil insecto. Te cacé. Lo peor es que el insecto acepta serlo a cambio de poder ser también araña. Le da igual que otros ojos se claven en su nuca, previendo sus actos, sopesando su valor y envenenándole con una timidez acomplejada y moralista.

Eso da igual. Los sedentarios disfrutan enormemente conociendo la vida del vecino incluso antes de saber su nombre. Tal vez el placer nazca del poder que genera el control (Foucault, que le llaman). No hay misterios, no hay sorpresas, no hay incertidumbres. Aquí el mundo es pequeño y autocontenido, su población es escasa. Un universo que huele a cerrado y en el que cuesta trabajo abrir ventanas. Todo es gris, monocorde, previsible, vulgar, se censura cualquier estridencia. Y encima la gente se queja demasiado, como yo ahora, por ejemplo.

martes, 24 de marzo de 2015

La moneda

Ayer me tropecé con un vídeo que se encargaba de plantear algo que denominaba "Problema de la Bella Durmiente". Lo presentaba como un sesudo y sorprendente problema epistemológico (con uno de esos experimentos mentales estrafalarios que tanto les gustan a los anglosajones), pero a mí me parece más bien un juego de prestidigitación basado en una mala comprensión de la naturaleza de la probabilidad. Expongo el problema y la solución, aunque como no he seguido investigando sobre el tema seguramente estoy descubriendo el Mediterráneo (o, como dicen los franceses, inventando el agua caliente).

Somos unos científicos sádicos y ociosos. Cogemos a la Bella Durmiente y una moneda, y le preguntamos a aquella la probabilidad de que al tirar esta salga cara. Dice, evidentemente, que un 50% (es decir, 1/2).

Le explicamos a la Bella Durmiente el experimento. Todo empieza el domingo por la noche, cuando la ponemos a dormir que para eso está. Sin que ella nos vea, lanzamos una moneda. Si sale cara, el lunes la despertamos y poco después le damos un somnífero que además de dormirla le hace olvidar que la hemos despertado. El martes la dejamos dormir todo el día y la despertamos el miércoles. En cambio, si sale cruz llevamos a cabo el protocolo de despertarla y volverla a dormir (siempre con un borrado de memoria) tanto el lunes como el martes.

A continuación, comenzamos nuestro experimento. Solo que cuando la despertamos el lunes, antes de volverla a dormir, le preguntamos cuál cree que es la probabilidad de que haya salido cara. Y tras pensar un poco nos dice que un tercio. ¿Por qué? Porque si está despierta eso es que es lunes+cara, lunes+cruz o martes+cruz. Solo en uno de esos tres casos ha salido cara, luego 1/3.

¡Pero la probabilidad de que la moneda salga cara es siempre 1/2!, dice la voz en off. Podemos hacer que todo sea aún más raro si cambiamos las condiciones del experimento para despertarla 1000 veces el martes en caso de que salga cruz, siempre volviéndola a dormir con nuestro malvado suero amnésico después de cada despertar. Entonces, para la Bella Durmiente la probabilidad de que haya salido cara será solo de 1/1002. El vídeo termina aquí.

En realidad, la aporía se puede hacer desaparecer muy rápido. Al tirar la moneda hemos dividido el conjunto de los mundos posibles en dos: aquellos en los que la moneda saldrá cara y aquellos en los que saldrá cruz. No sabemos en cuál de los dos subconjuntos vamos a aterrizar. Si somos la Bella Durmiente, el hecho de estar despierta es un síntoma de haber aterrizado en los mundos de cruz. El grado en que esta nueva información confirma la hipótesis está claramente definido por las condiciones del problema.

Diciéndolo de forma más clara: la confusión nace de identificar la incertidubre sobre el futuro (expresable matemáticamente con fracciones) con el intendo de averiguar qué es lo que ha pasado (expresable matemáticamente con fracciones). Los hechos dejan a menudo huellas en el mundo que se pueden rastrear para confirmar la hipótesis de que ha sucedido una cosa y no otra.

 Propongo una tercera versión del problema. Despertamos a nuestra cobaya y le señalamos la moneda, que sigue en el suelo desde el domingo. Le preguntamos cuál es su creencia de que ha salido cara. Ella nos mira como si fuésemos gilipollas y nos responde que 1/1. ¡Uau! ¡Impresionante! Vamos a tener que tomarnos el somnífero amnésico para poder dormir tranquilos.

lunes, 9 de marzo de 2015

Por las junturas naturales

- Vamos a hacer la comida. Por cierto, ¿tú sabes despiezar un pollo?
- ¡Por supuesto! Soy licenciada en filosofía.

Heroísmos

- ...es que de mezcla social, nada. Solo hay que ver el público que tenemos en este instituto y el que tienen en el instituto de al lado. ¡No se parecen en nada! Con razón aquí hay más violencia y más fracaso escolar.
- Sí, tienes razón. No sé en tu materia, pero en la mía cada vez que tenemos formación mis compañeros (que están en otros centros) se quejan de que nunca hay ningún conflicto en clase y de que sus alumnos aprenden demasiado rápido. Me entran ganas de matar a alguien.
- Pero, sinceramente, lo nuestro es más auténtico, es más real. Ellos viven en una burbuja. Nosotros tenemos contacto con la auténtica sociedad, somos profesores de verdad. Estamos aquí para cambiar vidas.
- Sí. Bueno. A mí el toque heroico no me motiva. Un poco más de mezcla no nos vendría mal ni a nosotros ni a los alumnos.
- Pero es que con los problemas que hay aquí, aunque no logremos lo mismo, ya bastante bien lo hacemos. Es que hay unos casos... ¿has oído lo que dijeron en el Conseil? ¿Cuando hablaron de la alumna extranjera a la que quieren expulsar del país, a cuyos padres ya han expulsado, que no tiene casa, ni dinero, ni ningún sitio adónde ir? ¿Cómo le va a ir bien en la escuela una alumna así?
- Conozco bien el caso. Es alumna mía. Es mi mejor alumna.

sábado, 17 de enero de 2015

Plan B

En la entrevista con la inspectora, lo primero que le pregunta al profesor de prácticas es si tiene alguna otra ilusión o posibilidad laboral. Si un trabajo en la Educación Nacional es su primera y única opción, o si por el contrario guarda un as en la manga. El stagiaire, el de prácticas, la satisface casi prometiéndole lealtad eterna. Ha captado bien el mensaje: prohibido mirar a los lados, todo su futuro debe colgar de la titularización: su felicidad, su autoconcepto, su estabilidad financiera.

"Ya habéis visto que ser profesor es duro. ¿Por qué pensabais, si no, que había tantas dimisiones y suicidios?" nos espetó un formador uno de estos días. Por supuesto, tiene sentido. Pidiéndonos exclusividad, la Institución nos está pidiendo el alma. Desde el momento en que se establece el "tabú del plan B", los individuo que pierden o a quienes se les quita su plan A pueden acabar mirando peligrosamente las vías del tren. Tiene sentido pero eso no lo hace asumible. Un sistema capaz de enorgullecerse del coste humano de su funcionamiento será siempre un sistema deleznable.


Existe una cosa llamada dispositivo de alerta. Así por el nombre parece un mecanismo destinado a casos de stagiaires negligentes, que hayan hecho cosas de extrema gravedad. Tómese un grupo absolutamente hipotético de profesores de prácticas de la Académie "x" que dan clases de la asignatura "y". Ellos son corteses y dóciles: sólo desean agradar a la inspección, aunque a veces se les escapa algún detalle y cometen algún fallo. La inspección acaba de poner a más del 40% de estos profesores de prácticas en dispositivo de alerta. No entraremos a discutir si la medida es justa, pertinente o imparcial, porque somos personas muy corteses y dóciles. Solo señalaremos la ironía de la situación. ¿Hay alguien que aún no tenga un plan B?

miércoles, 14 de enero de 2015

Clinamen

Cómo fluctúa un instituto. De un día para otro, de una hora para otra, de un minuto para otro se pasa de lo mejor a lo peor, del paraíso al infierno. A veces incluso los buenos se convierten en malvados y los villanos en mártires de la causa. Ser profesor implica luchar contra la perplejidad. El aire contiene más información de la asimilable, es tan difícil comprender lo que pasa como predecir lo que va a pasar. Aunque creamos tenerlo todo presente, una ligerísima desviación provocará lo contrario a lo esperado. El clinamen de Lucrecio. Pero hay que seguir representando el papel de quien lo sabe todo, the show must go on.

La única ingenuidad de los adolescentes es pensar que los adultos saben manejar el mundo. Quién sabe si mantener la esperanza de poder manejar el mundo no será sino síntoma de adolescencia mal curada.