Ahora ya sí, ahora definitivamente:
¡Marcho!
martes, 18 de septiembre de 2012
domingo, 16 de septiembre de 2012
Mentiras
2º de Alemán en la
EOI. Segunda clase del curso. La profesora entrega a los alumnos una
ficha con unas preguntas muy sencillas sobre sí mismos (edad,
nombre, profesión, a dónde les gustaría viajar... ) para que las
respondan por escrito. Todo en alemán, claro está. Cuando terminan
va preguntando a los alumnos, a dos o tres cada pregunta, qué
respondieron. Cuando llega a la del color favorito, el alumno al que
le pregunta le dice “Rot” (rojo). El siguiente alumno también
dice “Rot”. La profesora se sorprende de la coincidencia y sigue
preguntando. Los veinte alumnos de la clase dicen “Rot.”
Maravillada ante la enorme coincidencia, la profesora le pregunta a
sus alumnos si de verdad el color favorito de todos es el rojo. Ellos
-nosotros- ponemos cara de que nos apasiona ese color y decimos que
Ja con la cabeza.
En la enseñanza de
idiomas está perfectamente asumido que los alumnos mientan como
bellacos. Es una norma universal del éxito académico, especialmente
cuando se trata de exámenes orales. Muchas veces no formulada,
vendría a decir así: dí cualquier cosa, da igual lo falsa o lo
idiota que sea, pero dila rápido y bien. Seguir esta norma es
indispensable y que los alumnos que no la aplican tienen serios
problemas: por no aceptar que el engaño sea una herramienta válida
de aprendizaje, a menudo fracasan. Y sus reservas son comprensibles:
¿no era la educación en terreno de los ideales, de lo bueno y lo
perfecto? Que la mentira forme parte de ella se percibe como una
perversión.
¿Es malo, es
desagradable, es poco ético mentir? No, si no hay consecuencias, si
nadie puede salir herido. La ética no tiene permitido participar en
este juego estético, formalista. Dentro del aula el manejo del
idioma extranjero forma parte de una gran obra de teatro, y mentir es
una gran solución si decir la verdad es mucho más complicado y
menos creíble. Fuera del aula se cae la cuatra pared, y la tercera,
la segunda y la primera. Allí se hace necesaria la sinceridad, la
búsqueda de la mínima distorsión. Porque si se quiere o se
necesita algo, es eso lo que se quiere o necesita. Y no otra cosa.
sábado, 15 de septiembre de 2012
Propiedad privada
Me voy de España y eso no tiene nada
de especial: mi generación entera se está yendo. De hecho, sospecho
que uno de los motivos por los que nos vamos para no tener que
deprimirnos viendo cómo todos los demás se van. No soy original en
lo de irme, pero sí en el destino. Cada mes me entero de que dos o
tres personas que conozco se van, casi siempre a
Londres. No al Reino Unido en general, sino a Londres en concreto. Londres parece
tener un atractivo del que carecen Manchester, Edimburgo y todas las
demás. Tal vez sea una cuestión física y su atractivo se deba meramente a su tamaño en densidad, pero sospecho que esa no es la razón.
Sin salir de Inglaterra, he pensado
mucho en Locke mientras hacía la maleta. Porque el equipaje es la
destilación de la propiedad privada, y además permite una lectura
por capas que muestra qué considera vital cada individuo. Sus
necesidades, deseos y proyectos. Se debe leer de más profundo a más
superficial. Así, una maleta empieza con humildad, buscando la más
pura supervivencia ante el frío, la mugre y las enfermedades. Pero luego, al ver que sobra espacio, empieza con cosas como un par de chorizos “porque algo habrá que echarle al
potaje”. Así es la propiedad privada: parte de ella es supervivencial,
pero el resto es bastante prescindible.
Me pregunto qué pensaría Locke si
viese día a día a cientos de jóvenes españoles llevando su
propiedad privada a cuestas.
domingo, 9 de septiembre de 2012
La condena
(Viene de http://pasloinpaspres.blogspot.com.es/2012/09/el-cohete-el-desierto-y-el-craneo.html y conviene leerlo antes para enterarse de algo)
Claro que el sistema francés, con su conteo hacia atrás, antes que en el cohete hace pensar en la condena. Hace pensar en contar los años que quedan para salir de la prisión (Foucault, Foucault... ¿de qué país era ese hombre?). Y a su lado la nomenclatura española sería un espacio de libertad, un avance infinito hacia el saber.... O tal vez no. Tal vez indica la condena eterna, agotadora, interminable. El estudiante, cual reo, marca con rayitas el trascurrir de los años en el muro de piedra su celda. Tal vez por eso las paredes de las aulas están manchadas de mensajes en tinta y grafito.Y los pupitres. Y los baños.
La condena eterna es española y la limitada es francesa. Aunque le caen diecinueve años por llevar un pan bajo el brazo, luego Jean Valjean sale libre. Nuestros vecinos parecen quedar aquí en mejor lugar: torturan a a la gente sólo lo necesario. Lo nuestro se parece cada vez más a la dramática condena de Sísifo. Aunque, un momento.... Camus, Camus... ¿de qué país era ese hombre?
Claro que el sistema francés, con su conteo hacia atrás, antes que en el cohete hace pensar en la condena. Hace pensar en contar los años que quedan para salir de la prisión (Foucault, Foucault... ¿de qué país era ese hombre?). Y a su lado la nomenclatura española sería un espacio de libertad, un avance infinito hacia el saber.... O tal vez no. Tal vez indica la condena eterna, agotadora, interminable. El estudiante, cual reo, marca con rayitas el trascurrir de los años en el muro de piedra su celda. Tal vez por eso las paredes de las aulas están manchadas de mensajes en tinta y grafito.Y los pupitres. Y los baños.
La condena eterna es española y la limitada es francesa. Aunque le caen diecinueve años por llevar un pan bajo el brazo, luego Jean Valjean sale libre. Nuestros vecinos parecen quedar aquí en mejor lugar: torturan a a la gente sólo lo necesario. Lo nuestro se parece cada vez más a la dramática condena de Sísifo. Aunque, un momento.... Camus, Camus... ¿de qué país era ese hombre?
sábado, 8 de septiembre de 2012
Logement
Recuerdo haber leído, en una encuesta, que la vivienda ocupa el primer puesto en el
ranking de las preocupaciones de los ciudadanos españoles. Es por
eso que nunca me había sentido tan española como antes de irme a
Francia, mientras busco locations y colocations por Internet.
Encontrar alojamiento me preocupa, pero me preocupan aún más los ataques de los muebles. Porque todo el mundo sabe que la mordedura de armario es letal, y que las camas, en cuanto te descuidas, intentan estrangularte. Es por eso que no puedo más que celebrar la sensatez que invade a la mayoría de los caseros franceses, que han decidido no amueblar sus pisos para evitar percances. De noche, con la espalda bien apoyada en el suelo y clavando la mirada en la límpida pared, sus inquilinos se sentirán a salvo y podrán conciliar mucho mejor el sueño.
Encontrar alojamiento me preocupa, pero me preocupan aún más los ataques de los muebles. Porque todo el mundo sabe que la mordedura de armario es letal, y que las camas, en cuanto te descuidas, intentan estrangularte. Es por eso que no puedo más que celebrar la sensatez que invade a la mayoría de los caseros franceses, que han decidido no amueblar sus pisos para evitar percances. De noche, con la espalda bien apoyada en el suelo y clavando la mirada en la límpida pared, sus inquilinos se sentirán a salvo y podrán conciliar mucho mejor el sueño.
jueves, 6 de septiembre de 2012
El otro punto
¿Por qué este blog se titula “El otro punto”? Bueno, hasta
ahora yo había sido una “i” normal. Sin tilde, a pesar de que
algunos se empeñaban en ponérmela, muchos creyendo que sabían
escribir mi nombre mejor que yo. Una “i” de esas que son una
línea con cabeza, dulcemente antropomórficas. Pero ahora me ha
salido otro punto. Y es que en los documentos de Francia me ponen la
diéresis. El otro punto me da menos rabia que la tilde, porque me
temo que ellos sí saben escribir mi nombre mejor que yo. Así que
voy a probar durante unos meses cómo es tener una “ï” bicéfala,
y voy a escribir sobre el otro punto. Claro, que para escribir sobre
el otro punto tendré que compararlo con el punto que ya tenía. El
problema de averiguar cuál de los dos puntos es el intruso lo dejo para cuando
tenga que deshacerme de él.
lunes, 3 de septiembre de 2012
El cohete, el desierto y el cráneo
Uno de los autores que hablaron en el
Celsius dijo en su ponencia algo que se me quedó grabado. Era una
cuestión simple, evidente, pero hubo algo en su forma de formularlo
que lo convirtió para mí en algo cercano a una verdad revelada. “En
literatura de terror”, dijo, “escoger las palabras es importante.
Porque no es lo mismo, y no suena igual “Le partió la cabeza”
que “Le partió el cráneo”.”
La frase se me quedó enganchada en la
mente, o en los sesos, aunque bien guardada. No volví a pensar en
ella hasta hace un rato, y lo que me la trajo de vuelta fue el
esquema del sistema educativo francés que estaba consultando.
Así se llaman los cursos en el sistema
español, y así se llaman en el francés:
Edad | Sistema Español | Sistema Francés |
2 a 6 6 a 7 7 a 8 8 a 9 9 a 10 10 a 11 11 a 12 12 a 13 13 a 14 14 a 15 15 a 16 16 a 17 17 a 18 |
Parvulario (ED. infantil)
1º de Primaria
2º de Primaria
3º de Primaria
4º de Primaria
5º de Primaria
6º de Primaria
1º de ESO
2º de ESO
3º de ESO
4º de ESO
1º de Bachillerato
2º de Bachillerato
|
Écolle maternelle
Cours préparatoire
Cours élémentaire 1ère année
Cours élémentaire 2e année
Cours moyen1ère année
Cours moyen 2e année
Sixième
Cinquième
Quatrième
Troisième
Seconde
Première
Terminale
|
Si el sistema español parte la cabeza,
el francés parte el cráneo. En uno y otro, los nombres que reciben
los cursos producen una sensación en el que los lee, que seguramente
sea más intensa para aquellos que además de leerlos, los viven. ¿En
qué coordenadas se está metiendo a los alumnos, al etiquetar a su
año de una forma u otra?
El conteo regresivo francés hace
pensar en la cuenta atrás que precede la salida al espacio de un
cohete o una nave. Tal vez allí los élèves sean (rápida consulta
al diccionario) vaisseaux (oh, qué lindo y qué cursi), naves que
los profesores y pedagogos, cual expertos ingenieros, han ido
conformando y cuyo despegue esperan con emocionada y cuidadosa
paciencia. Toda salida del sistema antes del cero suena,
ineludiblemente, a incompletud, a fracaso. Porque hay un final claro,
y es ese último curso. Si se acaba antes, la nave no ha despegado,
sea por defecto en el mecanismo o por desafortunado accidente.
El sistema español es justo lo
contrario. Empieza desde uno (y empieza otra vez, y otra, y otra),
así que por la naturaleza de los números naturales la cuenta puede
seguir hasta el infinito. Eso en teoría, por supuesto, porque la
muerte llega antes, incluso antes de que el curso pueda llegar a las
tres cifras. El sistema español evoca un enorme desierto, en el que
no hay un final establecido, o si lo hay puede tratarse de un
espejismo en el camino, un punto desde el que empezar de nuevo a
contar, por haber perdido ya la cuenta. El saber se presenta así
como algo inabarcable por sumamente extenso, y el aprendizaje como
algo que cuesta la vida. A cambio, salir del sistema no trae
aparejado ese poso de amargura.
Adorno decía que “En la exageración
está la verdad”, y yo estoy exagerando mucho. Muchísimo. Y por
metáforas, que es la forma más peligrosa de exagerar. No me tomen
en serio, solo son nombres y su poder es limitado. Hace falta ver, en
el mundo, cómo las etiquetas tratan a lo etiquetado. Hasta entonces,
con su auto-contención y su precisión, el sistema francés dirige
su mirada hacia el cráneo y el español, sentado en una duna, sabe
que allá arriba se encuentra la cabeza.
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