miércoles, 20 de mayo de 2015

Bibliobiografía

Me encanta leer un artículo y encontrarme al final con una lista que no solo incluye los libros que el autor leyó para documentarse, sino muchos más, a veces pertenecientes a campos tan distintos y distantes que no pueden haber aportado gran cosa. Libros que como máximo han aliñado la cosmovisión del autor, que a lo sumo le han aportado matices de caracter general. Libros que a él le han sabido a mucho, pero de los que en su artículo no queda nada. Ni trazas.

Aunque yo qué sé, tal vez ha hecho bien, o incluso se ha quedado corto. Para ser completa la bibliografía debería incluir cada libro o artículo que el autor ha leído en su vida. No vamos a permitir que sea él el que haga la criba de sus verdaderas referencias. Metamos también las obras literarias. Y todos los demás textos, ese programa electoral que leyó en un panfleto, los ingredientes de las madalenas, el prospecto de aquella medicina. No olvidemos lo audiovisual: películas, series, anuncios. Incluyamos cada manifestación cultural, cada palabra, cada paso, cada gesto, cada mirada. Incluso las miradas que no se han lanzado, las palabras que no se han dicho, los libros que no se han leído deben señalarse, pues ellos sentencian igualmente el resultado final.


Todo, hay que incluirlo todo, absolutamente todo. Menos, sería plagio.