miércoles, 30 de enero de 2013

Ver, oír y callar

Me planteé poner a mis alumnos de "4º de ESO" a interpretar teatro. Pensaba darles el texto, ensayar la pronunciación y la entonación a conciencia, y grabarlos. Luego veríamos los vídeos, poniendo en común qué aspectos podrían mejorarse. Pero está el asunto de los derechos de imagen. Tras sucesivos encuentros con los profes y la Vie escolaire (que es una cosa bastante curiosa) concluí que aunque casi todos creen que existe, no hay ningún documento de derechos de imagen firmado por los padres. Así que si algún día quiero grabarlos tendré que dictarles un pequeño texto para que lo escriban en su cuaderno y lo firmen sus padres. Sumando  el futurible número de olvidos, extravíos y negativas paternas, llegué a la conclusión de que que el teatro no era una buena idea.

Cambié la idea por hacer radio. No hay derechos de voz, aunque haya derechos de imagen. Es injusto, porque las palabras son más interesantes que las imágenes. El cine mudo prácticamente ha desaparecido, pero la radio ahí sigue. Evidentemente, el requisito legal se debe a que la facilidad para identificar al individuo a través de la imagen es mucho mayor que a través de la voz. Podría distinguir a todos mis alumnos si me diesen fotos, pero a pocos si me los grabasen, por eso cuando empiece a registrar las grabaciones voy a tener que tomar nota cuidadosamente de quiénes hablan en cada una de ellas.

En una de las tiras de Mafalda, ella se encontraba con unos obreros que taladraban el suelo, y cuando les preguntaba si buscaban las raíces de lo nacional ellos le decían que no, que buscaban un escape de gas. Quino ponía entonces en boca de Mafalda una frase simple y maravillosa: "Como siempre, lo urgente nunca deja tiempo para lo importante". En esto podríamos decir que la imagen es lo urgente, mientras que la voz es lo importante. La voz está más ligada a la esencia del individuo, la imagen al accidente. Y los accidentes siempre son impactantes. Son los pequeños accidentes sufridos por la imagen de los otros (el radical cambio de corte de pelo, los restos de comida entre los dientes..) lo que más nos llama la atención cuando estamos frente a ellos, lo que nos puede llegar a distraer de las historias que nos cuentan. Lo que más puede dificultar que accedamos al "yo" que se oculta tras toda historia.

Es el "estar" como ocultación del "ser". La apariencia como "estar", la voz como "ser". Tengo la sensación de acabar hablando siempre de lo mismo. Y me pregunto si fue una reflexión parecida la que condujo al bautizo de una de las principales emisoras de radio de España. 

viernes, 11 de enero de 2013

El atracón

Comentaban varios profesores del instituto, el otro día, que según las encuestas los estudiantes franceses son los segundos más estresados del mundo, después de los japoneses. No conozco la fiabilidad de la memoria de los docentes ni la de sus encuestas, pero tampoco soy demasiado escéptica. Les creo. Los alumnos entran a clase a las ocho de la mañana, y a menudo acaban a las seis de la tarde. Con una hora en medio para comer. A veces, media. Alguna hora muerta de vez en cuando, que aprovechan para vagabundear a la entrada del centro. Los recreos son ridículos: uno por la mañana de diez minutos, y otro por la tarde de quince. Así los cinco días de la semana, excepto el miércoles por la tarde, que no tienen clase.

Para más inri, no todos los alumnos viven cerca. Si le sumamos una media hora de autobús de ida y otra de vuelta, el asunto empieza a dar penita. En sus casas, los alumnos aún deben estudiar sus exámenes y hacer las actividades. Alguien contaba el otro día la historia de una adolescente alemana que decidió estudiar un año en Francia, y cómo se dormía en clase. Por cierto, en Alemania parece ser que estaban planteándose importar el maravilloso sistema francés de clases por la mañana y por la tarde. Sistema maravilloso que los propios franceses detestan, creo que incluso los profesores: aunque sus horarios son mucho mejores que los de sus alumnos, las reuniones de evaluación alargan sus jornadas hasta horas indecentes.

Es la doctrina del atracón. Los franceses no tienen más horas de clase que los españoles, pero las tienen todas apelotonadas. Cada mes y medio hay dos semanas de vacaciones, y parece que las horas que se pierden ahí se recuperan amontonándolas con las normales. Días de mucho, vísperas de nada.

¿Qué diferencia hay entre esto y llenar las tardes con actividades extraescolares? Al menos, la variación de caras y espacios. El cambio de perspectivas. El que esas actividades puedan ser más relajadas, menos exigentes intelectualmente. La optatividad. La riqueza que aportan. Con un sistema de atracón se produce agotamiento. Están dejando de parecerme cómicas las crónicas de dos frases que los alumnos de la película "Dans la maison" redactaban sobre lo que hicieron durante fin de semana.

miércoles, 9 de enero de 2013

Ajenos a la obra

Leo en la convocatoria española de plazas de auxiliares de conversación para el próximo curso que la gente como yo ya no podrá ser lectora en Francia. Han cerrado los requisitos, de tal manera que sólo los filólogos, maestros de lenguas, traductores y derivados podrán optar a la plaza. Eso me hace preguntarme si lo que estoy haciendo es intrusismo profesional. Y me niego a considerarlo así, por dos razones.

La primera es que me tomo el trabajo en serio. Muy en serio. Siempre estoy preparando clases, al quite por si aparece algo útil, para capturarlo, reformarlo y utilizarlo en el futuro. Pongo cuidado en la escenografía, en la distribución de los espacios en el aula (aunque a veces encuentre que me han robado mesas, donde ya tengo pocas (es un dedal de aula), y me entren ganas de cercenar testas), en la presentación de las actividades, en el uso del azar y la elección de los alumnos. A cada clase monto un espectáculo. Vamos, que los lingüistas le podrán poner el mismo entusiasmo al asunto, pero no más.

Pero la segunda razón es más profunda: los idiomas no son ajenos a lo extralingüístico. Todos los contenidos enriquecen el uso del lenguaje, y alejan a las clases de idiomas del peligro de convertirse en un juego formalista. No es la gramática lo que los auxiliares tenemos que enseñar (aunque como no conozcamos un poco nuestra lengua estamos fritos), es otro tipo de cosas. En esto la filosofía tiene mucho que decir. Por ejemplo, en el equivalente a la prueba PAU, los alumnos tienen que hacer también exámenes de idiomas. Para el examen tienen que preparar unos textos, pero los temas en torno a los cuales giran estos textos no son cosas como "la familia" o "las fiestas". Son los conceptos de mito y héroe, los espacios e intercambios, los lugares y formas de poder y la idea de progreso.

Es un temario delicioso (y deliciosamente francés. La primera vez que me topé con él pensé en autores para las diferentes categorías, y los primeros que vinieron a mi cabeza fueron franceses). Hasta ahora, no tuve alumnos del equivalente a 2º de Bachillerato (Terminal) , lo lamenté profundamente. El jueves empezaré con una alumna que tiene una situación particular: hará el examen por una vía un poco diferente que le exige un nivel muy alto de español. En la práctica cuando le dije en qué aula tendríamos clase se giró hacia la profesora de la asignatura y le dijo, asustada, "Madame, je comprends pas!". Mal empezamos.

Durante las vacaciones de Navidad dediqué un poco de tiempo a buscar textos sobre estos temas. Encontré algunas cosas interesantes por la biblioteca de la facultad, pero para acabar de delimitar los textos me quedaba algo por saber: la extensión. Le pregunté a la profesora y me dio la respuésta más decepcionante del mundo. "No sé... como los del libro, ¿no?" dijo, justo antes de prestarme un libro de texto de Terminal. En él me acabo de tropezar con que la idea de progreso, que yo había pensado tratar con Ortega y con filosofía de la ciencia, se aborda desde la cirugía estética y el photoshop. No va a lo profundo, es la versión light. Me he pasado. Parece que los otros estudios son buenos para la enseñanza de idiomas, pero son excesivos, hay que encogerlos antes de utilizarlos.

¿Y qué aporta la enseñanza de idiomas a los futuros profesores de otras materias? Porque tal vez la causa de que ahora no seamos interesantes como auxiliares sea que eso no nos va a servir en el futuro, a diferencia de lo que pasará para la gente que enseñe idiomas. En esto, creo que a los ajenos a la obra nos aporta aún más. Cuanto más miro este libro de Terminal más me convenzo de que algunas cuestiones que aparecen serían estupendas para tratar con alumnos españoles de los primeros cursos de instituto en asignaturas tipo "Educación para la ciudadanía". Permiten el diálogo, la discusión, la reflexión y el desarrollo de la creatividad. Son muy sugerentes.

Ser auxiliar de conversación, ahora mismo, no es sólo una experiencia intercultural, es también una experiencia transversal. Es una tranversalidad que no llega desde el decir, sino desde el mostrar. Que no se impone, sino que se acaba percibiendo como conveniente. Pero, en vistas a la nueva convocatoria de auxiliares, parece que hay alguien que no ha entendido esto.O que no se lo ha tomado en serio.