lunes, 30 de marzo de 2015

Las ciudades

Las ciudades nunca son las mismas cuando se las visita la primera vez que después de vivir en ellas varios meses. Las calles que al principio se seguían con desconfianza se van transformando en líneas de un texto perfectamente legible. Los zapatos aprenden caligrafía. Cada edificio se carga de significado cuando se sabe lo que hay detrás, y a la derecha, y al final de esa avenida que sale de allí. Lo que no se ve está tan presente como lo que se ve, es parte de ello.

Cuando se vive en una ciudad el hogar es el  hito ordenador del espacio. A partir de él la ciudad se vuelve coherente y otros puntos pueden convertirse en hitos secundarios. Podemos pasar por una ciudad sin que ella pase por nosotros, pero no podemos vivir en ella sin que algo se nos instale dentro. Se convierte en un a priori (Kant, no me lo tengas muy en cuenta), en marco de toda experiencia posible. Cada recuerdo tendrá asociado un sitio y cada sitio, un recuerdo. 

Apropiarse una ciudad es toda una experiencia, y no tiene que ver con sus calles ni sus plazas, ni siquiera con ese tranvía que pasa de pascuas a ramos. Tiene que ver con el sistema de relaciones humanas que va de lo necesario a lo improvisado, de comprar el pan a hacer soirées con los amigos. No tiene que ver con el ser, sino con el llegar a ser, a través de rutinas y eventos. El escenario de la obra es la ciudad, un escenario sin el que ninguna acción hubiese sido posible. En otro sitio nada hubiese sido lo mismo.

"¿De dónde vienes?", y la tentación de responder con una lista. "No, pero yo lo que quería era saber de dónde eres". Me remito a la respuesta anterior. 

domingo, 29 de marzo de 2015

La ciudad

Me fascina la capacidad que tienen los sedentarios para ubicar a cualquier persona con la que se tropiezan por la calle. Mira, te dicen, señalando a unos completos desconocidos, esos dos llevan como siete años juntos, y ella estaba antes con aquel que iba tanto a la biblioteca. La ciudad se ha convertido en su campo de estudio, y son muy competentes. Una sedentaria nos explicaba cómo liga por Tinder, donde no hay, decía, ningún riesgo de tropezarte con psicópatas si te fijas en los amigos de Facebook de los chicos con los que contactas y ves que a la mitad los conoces tú también.

Toda la ciudad está triangulada, cada quien es alguien porque lo es respecto a alguien. El primo, el amigo, el nieto, el alumno, el entrenador, el vendedor, el dentista o el perro. Y en general varias de esas cosas a la vez. Nadie tiene esencia en sí. No hay individuos. Todo existente queda definido por sus relaciones en esa red tupida, atrapado en esa telaraña como un vil insecto. Te cacé. Lo peor es que el insecto acepta serlo a cambio de poder ser también araña. Le da igual que otros ojos se claven en su nuca, previendo sus actos, sopesando su valor y envenenándole con una timidez acomplejada y moralista.

Eso da igual. Los sedentarios disfrutan enormemente conociendo la vida del vecino incluso antes de saber su nombre. Tal vez el placer nazca del poder que genera el control (Foucault, que le llaman). No hay misterios, no hay sorpresas, no hay incertidumbres. Aquí el mundo es pequeño y autocontenido, su población es escasa. Un universo que huele a cerrado y en el que cuesta trabajo abrir ventanas. Todo es gris, monocorde, previsible, vulgar, se censura cualquier estridencia. Y encima la gente se queja demasiado, como yo ahora, por ejemplo.

martes, 24 de marzo de 2015

La moneda

Ayer me tropecé con un vídeo que se encargaba de plantear algo que denominaba "Problema de la Bella Durmiente". Lo presentaba como un sesudo y sorprendente problema epistemológico (con uno de esos experimentos mentales estrafalarios que tanto les gustan a los anglosajones), pero a mí me parece más bien un juego de prestidigitación basado en una mala comprensión de la naturaleza de la probabilidad. Expongo el problema y la solución, aunque como no he seguido investigando sobre el tema seguramente estoy descubriendo el Mediterráneo (o, como dicen los franceses, inventando el agua caliente).

Somos unos científicos sádicos y ociosos. Cogemos a la Bella Durmiente y una moneda, y le preguntamos a aquella la probabilidad de que al tirar esta salga cara. Dice, evidentemente, que un 50% (es decir, 1/2).

Le explicamos a la Bella Durmiente el experimento. Todo empieza el domingo por la noche, cuando la ponemos a dormir que para eso está. Sin que ella nos vea, lanzamos una moneda. Si sale cara, el lunes la despertamos y poco después le damos un somnífero que además de dormirla le hace olvidar que la hemos despertado. El martes la dejamos dormir todo el día y la despertamos el miércoles. En cambio, si sale cruz llevamos a cabo el protocolo de despertarla y volverla a dormir (siempre con un borrado de memoria) tanto el lunes como el martes.

A continuación, comenzamos nuestro experimento. Solo que cuando la despertamos el lunes, antes de volverla a dormir, le preguntamos cuál cree que es la probabilidad de que haya salido cara. Y tras pensar un poco nos dice que un tercio. ¿Por qué? Porque si está despierta eso es que es lunes+cara, lunes+cruz o martes+cruz. Solo en uno de esos tres casos ha salido cara, luego 1/3.

¡Pero la probabilidad de que la moneda salga cara es siempre 1/2!, dice la voz en off. Podemos hacer que todo sea aún más raro si cambiamos las condiciones del experimento para despertarla 1000 veces el martes en caso de que salga cruz, siempre volviéndola a dormir con nuestro malvado suero amnésico después de cada despertar. Entonces, para la Bella Durmiente la probabilidad de que haya salido cara será solo de 1/1002. El vídeo termina aquí.

En realidad, la aporía se puede hacer desaparecer muy rápido. Al tirar la moneda hemos dividido el conjunto de los mundos posibles en dos: aquellos en los que la moneda saldrá cara y aquellos en los que saldrá cruz. No sabemos en cuál de los dos subconjuntos vamos a aterrizar. Si somos la Bella Durmiente, el hecho de estar despierta es un síntoma de haber aterrizado en los mundos de cruz. El grado en que esta nueva información confirma la hipótesis está claramente definido por las condiciones del problema.

Diciéndolo de forma más clara: la confusión nace de identificar la incertidubre sobre el futuro (expresable matemáticamente con fracciones) con el intendo de averiguar qué es lo que ha pasado (expresable matemáticamente con fracciones). Los hechos dejan a menudo huellas en el mundo que se pueden rastrear para confirmar la hipótesis de que ha sucedido una cosa y no otra.

 Propongo una tercera versión del problema. Despertamos a nuestra cobaya y le señalamos la moneda, que sigue en el suelo desde el domingo. Le preguntamos cuál es su creencia de que ha salido cara. Ella nos mira como si fuésemos gilipollas y nos responde que 1/1. ¡Uau! ¡Impresionante! Vamos a tener que tomarnos el somnífero amnésico para poder dormir tranquilos.

lunes, 9 de marzo de 2015

Por las junturas naturales

- Vamos a hacer la comida. Por cierto, ¿tú sabes despiezar un pollo?
- ¡Por supuesto! Soy licenciada en filosofía.

Heroísmos

- ...es que de mezcla social, nada. Solo hay que ver el público que tenemos en este instituto y el que tienen en el instituto de al lado. ¡No se parecen en nada! Con razón aquí hay más violencia y más fracaso escolar.
- Sí, tienes razón. No sé en tu materia, pero en la mía cada vez que tenemos formación mis compañeros (que están en otros centros) se quejan de que nunca hay ningún conflicto en clase y de que sus alumnos aprenden demasiado rápido. Me entran ganas de matar a alguien.
- Pero, sinceramente, lo nuestro es más auténtico, es más real. Ellos viven en una burbuja. Nosotros tenemos contacto con la auténtica sociedad, somos profesores de verdad. Estamos aquí para cambiar vidas.
- Sí. Bueno. A mí el toque heroico no me motiva. Un poco más de mezcla no nos vendría mal ni a nosotros ni a los alumnos.
- Pero es que con los problemas que hay aquí, aunque no logremos lo mismo, ya bastante bien lo hacemos. Es que hay unos casos... ¿has oído lo que dijeron en el Conseil? ¿Cuando hablaron de la alumna extranjera a la que quieren expulsar del país, a cuyos padres ya han expulsado, que no tiene casa, ni dinero, ni ningún sitio adónde ir? ¿Cómo le va a ir bien en la escuela una alumna así?
- Conozco bien el caso. Es alumna mía. Es mi mejor alumna.