En la entrevista con la inspectora, lo
primero que le pregunta al profesor de prácticas es si tiene alguna
otra ilusión o posibilidad laboral. Si un trabajo en la Educación
Nacional es su primera y única opción, o si por el contrario guarda
un as en la manga. El stagiaire, el de prácticas, la satisface casi prometiéndole lealtad eterna. Ha captado bien el mensaje: prohibido
mirar a los lados, todo su futuro debe colgar de la titularización:
su felicidad, su autoconcepto, su estabilidad financiera.
"Ya habéis visto que ser profesor
es duro. ¿Por qué pensabais, si no, que había tantas dimisiones y
suicidios?" nos espetó un formador uno de estos días. Por
supuesto, tiene sentido. Pidiéndonos exclusividad, la Institución nos está pidiendo el
alma. Desde el momento en que se establece el "tabú del plan
B", los individuo que pierden o a quienes se les quita su plan A
pueden acabar mirando peligrosamente las vías del tren. Tiene sentido pero eso no lo hace asumible. Un sistema capaz de
enorgullecerse del coste humano de su funcionamiento será siempre un
sistema deleznable.
Existe una cosa llamada dispositivo de
alerta. Así por el nombre parece un mecanismo destinado a casos de
stagiaires negligentes, que hayan hecho cosas de extrema gravedad.
Tómese un grupo absolutamente hipotético de profesores de prácticas
de la Académie "x" que dan clases de la asignatura "y".
Ellos son corteses y dóciles: sólo desean agradar a la inspección,
aunque a veces se les escapa algún detalle y cometen algún fallo.
La inspección acaba de poner a más del 40% de estos profesores de
prácticas en dispositivo de alerta. No entraremos a discutir si la
medida es justa, pertinente o imparcial, porque somos personas muy
corteses y dóciles. Solo señalaremos la ironía de la situación.
¿Hay alguien que aún no tenga un plan B?