lunes, 8 de octubre de 2012

La Ética

Leo en los periódicos (aún no me he enfrentado con el texto legal pero está en mi lista de tareas pendientes) que la Ética ha muerto. La reforma educativa se carga varias asignaturas que suelen recaer sobre el departamento de Filosofía, pero el asesinato de la Ética ha sido el único que verdaderamente me ha asqueado, que me ha parecido lamentable más allá de lo laboral. 

Es imposible ignorarlo: hay una meta-pregunta deliciosa que está pugnando por salir. Démosle ese gusto: ¿es buena, la Ética?

La respuesta aburre: por supuesto, depende, como todo. Pero, como mínimo, una Ética bien impartida consigue enseñar a escribir, y siempre es bueno que esa responsabilidad recaiga en en algún sitio más que en la materia de Lengua Castellana y Literatura. Aunque solo sea para variar de campo.

¿La Ética, entonces, solo interesa como laboratorio de experimentos lingüísticos? Si así fuese, no merecería la pena lllorar su muerte. Tampoco como territorio para enseñar convivencia, para cohesionar, para dar cultura general. Eso se puede hacer en otros entornos (aunque casi nunca se hace). Los procedimentales y actitudinales se pueden dispersar por otras asignaturas. Para defender a la  Ética hay que defender sus contenidos propios, los conceptuales.

Pienso que lo lamentable de que desaparezcan a la Ética es que al hacerlo aplastan un pedazo de la Filosofía. Y es triste ver como aprietan y maltratan a la Filosofía, igual que es triste ver cómo machacan a alguien a quien quieres. Una tristeza compasiva, o empática, que ahora suena mejor.

Si la Ética es una parte del cuerpo de la Filosofía, esa parte es la nariz. La Ética es andar metiendo las narices o andar tocando las narices, siempre con cierto tonillo moralista. La imposibilidad de una fundamentación final le afecta más que a otras partes de la Filosofía, porque la Ética, a diferencia de la Metafísica y otros órganos, no puede permitirse ser poética. Lo necesario para la vida actúa “como piedra de toque”, que se suele decir, y le da una pátina mundanal que la trivializa constantemente. Las teorías se ven afectadas por ejemplos cotidianos, y eso apesta. No siempre, por supuesto: a veces la Ética logra elevarse. Pero, en general, si fuese una cometa resultaría demasiado pesada.

El principal interés de la Ética es que era el primero de los ataques oficiales contra la estructura de claridad y orden que las ciencias y las formas de vida se habían ocupado de sembrar. Era el comienzo del retorno a la ingenuidad, o si se quiere la pérdida de la peor de las ingenuidades: la de los dogmas y la estrechez de miras. La Ética enseñaba a pensar (desde lo cercano y lo opinable) en las fisuras, para así estar bien entrenados al año siguiente en Filosofía, cuando esas fisuras se convirtiesen en grietas más difíciles de ver pero más grandes y más peligrosas.

El asunto de la pérdida-ganancia de ingenuidad tiene su miga. Creo que la Filosofía, como carrera, deja esas secuelas de un modo más acusado. Tras pasar por ella estamos un poco a vuelta de todo, pero somos los más esperanzados. Miramos a los cielos esperando ese milagro que, lo sabemos, no va a ocurrir. Vivimos de matar la ilusión y de sembrarla, a cada día, a cada instante, en un viaje infinito a ninguna parte y a todas. Todo es igual, todo es distinto. Todo es relevante, pero siempre dentro de lo vano. Y llega el vértigo, y casi el pavor, pero no dura ni un instante. Justo entonces vemos que el suelo sigue sosteniendo nuestros pies.Y que hemos estado a punto de pisar una cagada de perro.