Dos días de clase y ya he usado la
guillotina. Esto es Francia, y se nota.
En uno de los institutos donde estoy
cada profesor tiene derecho a hacer 500 fotocopias. En un primer
momento, parecen muchas. No lo son. Serían muchas para uso personal
o para dar clases particulares, pero los
grupos rondan los 25 alumnos. De manera que las 500 fotocopias, al
cocer, menguan. A un ritmo de 12 horas semanales,calculo que me durarían quince
días.
Pero en todas partes existe la pequeña
picaresca, esa que se cuela en lo impensado sin caer en lo ilícito.
Y en el asunto de las fotocopias la clave es el DINA3. Los
profesores suelen hacer las fotocopias en ese formato, porque de una
gran hoja se pueden sacar dos hojas normales y así su saldo de
copias se resiente la mitad. El sonido de la guillotina dividiendo
los pliegos en folios y los folios en cuartillas se oye con
frecuencia en la sala de profesores. El día en que la hoja deje de
estar afilada se parará el mundo.
Es imposible no sentirse un poco
revolucionario al dejar caer la afilada cuchilla. Al fin y al cabo,
en cada una de las hojas que se obtienen hay un pedacito de la
igualdad, libertad y fraternidad anheladas.