sábado, 28 de julio de 2018

Concreto

Cuando se pide que unas oposiciones tengan un temario más concreto (que se dividan los títulos en epígrafes, que haya un temario oficial, que se sepa exactamente qué hay que decir en cada punto), se hace para intentar que el sistema sea más justo. Sería más objetivo, no lo niego. Pero dejarían fuera todo lo que todavía tiene sentido de las oposiciones.

Si el examen es un recital, desaparece la literatura, el enfoque, la mirada. Se mata al tema que se expone, se le fotocopia. Qué habilidades docentes se pueden evaluar ahí. En qué se parecería un tema de esos a dar una clase.

Se puede alegar que el temario de oposiciones ya no se parece al currículo. Hay divergencias, claro, pero (al menos en Filosofía) hay algo que queda en el fondo. Preparar el hilo de un tema es como preparar una clase magistral (que no es el único formato, pero sí que es un formato). La construcción propia, con sus lagunas y sus tanteos, sin dogmas, con una gran amplitud, es todavía posible en las oposiciones y en las clases. Es el valor de lo único frente a lo repetido hasta el hastío. De la madurez del docente, de la personalidad de las clases, del disfrute en el aula y fuera de ella. No nos hagamos esclavos de los libros de texto ni de los temarios de academias. Sigamos siendo el artista, y no el obrero alienado.

No matemos la vida en aras de la concreción. Lo que es concreto, y gris, es el cemento.


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