viernes, 24 de noviembre de 2017

Síntesis

Ganar experiencia es pasar de imitar a ser. En los primeros meses en que di clase (aquí en España; allí, el mundo era otro) casi no hacía ningún gesto que no me supiese ajeno. Imitaba lo que había oído, lo que había sabido pero sobre todo lo que había visto. Y no solo en las actividades, sino en las frases e incluso en los gestos. A veces sorprendía en mi boca la sonrisa de ... o veía a mis manos moviéndose como las de ... o miraba a una esquina como hacía ... . Y sentía hasta el peso del cuerpo de cada uno de esos referentes, uno más grande o más pequeño, con ropa cambiante, siempre más viejo.

Dar clase es actuar, y yo intentaba emular a los mejores actores que conocía. Supongo que el discurso me quedaba mal unido, a retales, a trompicones. Igual tenía el encanto de lo desgarbado. Más tenso pero más fresco. El caso es que ahora ya casi nunca me sorprendo haciendo un gesto ajeno. Hoy me ha pasado, y casi me he llevado un susto. Parece que por fin he logrado ser yo, o tal vez he corporeizado la mezcla, me he convertido en la suma.

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