viernes, 5 de abril de 2013

Jerarquías

Si el lenguaje nos da una ontología, el francés es socialmente más violento que el español. Es menos igualitario, recuerda a cada instante las diferencias de estatus. Están el madame y el monsieur, está el uso de los apellidos en vez de los nombres, está el tú en vez del vous. Con tanto melindre, el instituto es un cacao.

El lenguaje nos da esa ontología, pero la ontología no se queda en meras palabras. Chorrea desde las fórmulas de cortesía y los giros azucarados, y encharca las miradas, las palabras y las cosas. Todo muy francés. Los estratos sociales están tanto dentro como fuera del lenguaje.

La rutina convierte todo en normal. Cuando el sistema es inmóvil y cada individuo permanece dentro de su estatus, las desigualdades casi se invivibilizan. Es cuando existe un movimiento, cuando se intenta un cambio de estrato, cuando todo chirría. Esta es la crónica de la semana en la que casi fui profesora.

Una profesora de español de mi centro se jubiló. A dos meses de fin de curso y con los alumnos a monte. Desde el centro no encontraron sustituto y me propusieron para el puesto. Finalmente, encontraron a otro profesor, con más experiencia y que además podía incorporarse inmediatamente (yo no podía empezar antes de mayo porque mi contrato de auxiliar sigue vigente), así no me dieron el trabajo. Pero en los momentos en que no había sustituto a la vista y yo parecía la opción definitiva, pude verle las intimidades al sistema. Se materializaron como serios diálogos entre profesoras del departamento, que tuvieron lugar como si yo no estuviese allí. Qué osadía, la de la Dirección, a quién se le ocurre.

El estrato estaba presnte y poco importaba lo que yo dijese y en qué idioma. Era joven e inexperta, y daba igual que tuviese un mes de casi vacaciones para preparar un único mes de clases. Por suerte, algunas profesoras sí confiaron en mí, casualmente las que ya me tomaban en serio antes: me animaron a aceptar el trabajo y me ofrecieron su ayuda en caso de que la necesitase. Las otras, cuando al fin se supo que venía el sustituto, se pusieron a hablar sobre el tema dándome la espalda incluso físicamente. Sin especial maldad, pero sin ningún tacto. El francés es muy gentil, pero los franceses no siempre lo son (con esto no estoy diciendo que los españoles seamos inocentes. Lo que pasa es que ahora yo estoy en Francia).

Al sistema le cuesta trabajo diferenciar entre el ser y el estar, entre el estar trabajando como auxiliar y el ser únicamente eso. En la sala de profesores ya he visto todo lo que tenía que ver. Los alumnos no son menos, y sé que ya manejan demasiado mi nombre de pila para aprenderse también mi apellido y colgarme un "madame". Una mudanza de estrato parece crear conflictos. Menos mal que me queda muy poco para terminar mi contrato. Cuando todo el mundo se olvide de mí, podré volver a ser lo que me dé la gana.