Es un tópico decir que la docencia recoge todas las profesiones, pero hasta ahora no le he leído a nadie que con la docencia puedes escoger tu profesión. Puedes ser el capataz, el arquitecto o el poeta. El contador de guisantes o el obrero alienado. El relaciones públicas, el diseñador gráfico o el reportero de guerra. Y más. Y todo. Al menos, si la materia que impartes es filosofía.
El enfoque es personal y funciona como el de las cámaras. Nuestra cámara es perspectivista y a cada uno le enfoca a una distancia diferente. Pero podemos traicionar a nuestra subprofesión con otra para mostrar otros planos. Y jugar, como jugamos con el objetivo, aunque con los objetivos no nos dejen jugar, ni con los criterios, ni con los estándares. Podemos mezclarla con otra subprofesión, porque los enfoques híbridos suelen salir más sanos, como los perros que no son de raza; podemos contar guisantes por una vez, a ver cuántos salen, o atrevernos a asomar la nariz por la puerta de la calle
Hay dos grandes familias de subprofesiones: las que quieren decidir qué se hace y las que quieren que les digan qué hacer. Las del primer tipo quieren poder y control, y para crear un mundo bueno y estable son capaces de dedicarle más energía y horas de trabajo de lo que les corresponde. Las del segundo tipo quieren tranquilidad, tienen un puntito inseguro y rechazan las responsabilidades. Se pueden hibridar subprofesiones, pero el cambio de familia es más complicado. Al teleobjetivo no le importan los paisajes.
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