domingo, 21 de mayo de 2017

Y no puede dejar de ser

Empiezo a releer Mal de escuela, de Daniel Pennac. Tras unas pocas páginas me doy cuenta de que no me estoy enterando de la mitad, así que me pongo a buscar la versión original. Con el texto en francés tampoco me entero de la mitad, pero son mitades diferentes.  

 Los sistemas educativos son paradigmas. Como tales, son intraducibles. Cada término depende de otros muchos y de las relaciones que todos guardan entre sí y con la sociedad que los segrega. No hay atajos a la paráfrasis: es imposible dar cuenta de tal complejidad escogiendo la palabra de la jerga educativa española que ocupa la posición equivalente a la que queremos traducir. No hay términos, relaciones ni operaciones equivalentes. Una traducción correcta tendría mil páginas. La traición se impone, pero es muy poco satisfactoria. Para entender de qué habla el traductor, hay que deducir qué palabra concreta había escrito Pennac.

Cuando empiezo a leer el .pdf francés, me doy cuenta de que había construído mi primera lectura, aquella que hice hace seis años, sobre un error. Pennac habla de su adolescencia en los años sesenta y de su práctica como joven profesor en los setenta, y yo había interpretado sus palabras como un testimonio histórico. Una imagen de un mundo arcaico en el que había internados, al profesor se le hablaba de usted, en los buletines de notas se escribían observaciones y los padres intentaban por todos los medios que sus hijos ingresasen en una buena escuela. El autor pertenecía, creía yo, a un mundo obsoleto, desaparecido. No había vivido lejos, sino antes.

Pero en realidad no ha vivido antes, sino lejos. Lo que cuenta Pennac es de una enorme actualidad. Nada ha cambiado en estos años en la Éducation Nationale, ni en el fondo ni en la forma. Su sistema tiene algo de vetusto, pero no exactamente de apolillado. Funciona, sospecho, igual de bien e igual de mal de lo que ha funcionado siempre. Se refunda constantemente sin cambiar en lo esencial. ¿Y el sistema español? ¿Fue la LOGSE una auténtica revolución, o ni mucho menos? Los elementos que se modificaron en el paradigma, ¿eran principales o secundarios? ¿Vemos el mundo igual que antes o desde entonces ya nada ha sido lo mismo?   

Cuando les pido a los alumnos que creen un sistema educativo ideal, acaban haciendo una copia de aquel en el que están insertos. Todavía no he logrado convencerles para que toquen los horarios semanales, el tamaño de los grupos o la estucturación en asignaturas. Solo cuando se les dice que en otros países tienen muchos más días de vacaciones se animan, tímidamente, a tocar ciertos pilares. Dejan el horario semanal en veinticinco horas en vez de en treinta y lo presentan a sus compañeros sintiéndose revolucionarios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario