sábado, 20 de julio de 2013

El simulacro

Estoy habilitada para dar clases de Filosofía en francés y en inglés. Creo que si tuviese que dar clases en España en alguno de estos dos idiomas, lo haría sin problemas. Pero acabo de decidir no apuntarme en la bolsa de interinos de Filosofía de ese país que está del otro lado de los Pirineos.

Por una única razón: los franceses hablan mejor francés que yo. Son cosas que pasan. Suyos son los matices, la precisión lingüística, la riqueza en sinónimos. Por escrito, el problema se multiplica, y me crecen los enanos en forma de tildes y letras repetidas. Los propios franceses cometen muchos errores otrográficos cuando escriben en su lengua, pero eso no me sirve de consuelo si soy yo la que tiene que enseñarles a escribir. Y la Filosofía es, en buena medida, justo eso.

Enseñar Filosofía en otro idioma es un gran reto si se actúa ante hablantes nativos, pero es un bonito simulacro si el escenario está en nuestro país. Un entorno cómodo en el que el profesor no se moja ni los pies. La lengua con la que se trabaja (y con la que se piensa) es pequeña, simple. El resultado es una Filosofía que no busca asegurar el dominio de una lengua, sino el uso aceptable de unas cuantas palabras. La han encogido en pensamiento y lenguaje, ahora es una Filosofía jibarizada.